@Edgar_Santiago
Getsemaní. Solo
Oct 11, 2018 Chapter 1
La noche más negra en la historia del universo está transcurriendo en este momento. El cielo está más mudo que nunca antes, y las nubes opacan la brillante luna en el cielo.
Aunque esa luna es brillante, la negrura de la tristeza en el alma de este hombre parece opacar la luz azul lunar. Esta angustiado “hasta la muerte”. Él mismo lo dijo. Sentía el dolor en Su alma por lo que sabía, era inevitable.
En esos momentos cuando todo se te derrumba por dentro, lo mínimo que esperas es tener el apoyo de tus amigos más queridos contigo. Pero para él, esta es “la noche”; es la más negra de todas, y sus amigos dominados por el cansancio, se han quedado dormidos.
Pero es que él no debería estar pasando por esto.
Él ni siquiera debería de estar pisando el suelo de este planeta inmundo. El mundo no es digno de Él. El mundo no merece tenerlo como huésped. Bueno, ni siquiera merece que Él lo mire, o que le sirva de algo. Y sin embargo, Él dijo que había venido para servir; sí, a servir. A servir a este mundo miserable y agonizante. Infestado de porquería y basura engendrada por el pecado.
Él no debería estar pasando por todo este sufrimiento.
Él debería de estar mirando desde su trono celestial, al lado de su Padre. Debería estar paseándose entre nubes. Nubes que el mismo diseño con sus dedos para andar entre ellas. Debería estar escuchando el canto interminable de los millones de Ángeles a su servicio que cantan a Su Santidad, mientras los más allegados a su trono, le sirven en copas de oro y plata, más finísimos que los de la tierra.
Sin embargo, Él se ha despojado a sí mismo de todos esos lujos y favores de los que goza al lado de Su Padre; para venir a humillarse y a servir a una raza de insensibles, fríos, viles y pecadores hombres como nosotros. Ni los ángeles hubieran pensado que eso fuera posible.
Cualquier ángel hubiese preferido ser desaparecido de la faz del universo antes de ser servido por su Señor.
Jesús sabía que esto pasaría. Él sabía el dolor al que se sometería al tomar el frágil cascaron de un cuerpo humano para poder venir a la tierra. Sabía que tendría hambre, que sentiría sed. Sabía de antemano que sus huesos y músculos se fatigarían por la carga de trabajo, hasta el grado de caer dormido sin que una tormenta pudiera despertarlo. Lo sabía desde el principio, desde antes de dejar su trono en el cielo. Lo sabía, y podía cambiarlo, pero Él no quería.
Hace unas pocas horas disfrutaba de una buena cena de Pascua con todos sus amigos, incluyendo a Judas.
Hace unas cuantas noches disfrutaba enseñando, cenando, cantando, bromeando y alabando a Dios junto a sus discípulos amados, a quienes prefería llamar simplemente: Amigos.
Había noches en las que se pasaba orando a Dios para pedirle consejo. Como la noche en la que se desveló para saber a quienes Dios había escogido para que fuesen sus apóstoles.
De seguro hubo noches de alabanza en las que, junto a sus discípulos, cantaba con alegría. Y otras en las que se ponía a platicar sobre los planes del mañana; o sobre las dudas de los muchachos; o simple y sencillamente charlar de manera amena hasta el amanecer.
De seguro, en esos tres años y medio hubo noches en las que Él los juntaba a su alrededor, y con la mirada tierna de un Padre les decía cuanto los amaba solo para amortiguar la noticia de esta noche venidera. –No hay amor más grande- decía - que el dar la vida por sus amigos-. En otras palabras, les estaba diciendo que con tal amor los amaba, que tenía que poner su vida a causa de ellos. Que era necesario, para que ellos vivieran, sucediera esta noche.
El recuerdo de muchas noches de alegría debió haber golpeado la mente del Maestro.
Los recuerdos de noches en las que gentiles y pecadores se arrepentían. De las risas, de la alegría. De lagrimas de agradecimiento por un milagro esperado desde hace tiempo.
Fueron muchas noches llenas de Su chispa y de Su Presencia en las que Él era el motivo de risas, de regocijo, de paz… de esa paz que ahora el necesitaba.
Esta no es una noche acompañado de personas necesitadas de Él. Esta no es una noche con aquellos a quienes tanto ama, a quienes les ha predicado y ha impresionado con el poder de Sus Palabras como para que caigan rendidos a Sus pies, con los ojos empapados de lágrimas. No, esta noche no. Esta noche es su última noche con ellos en la tierra y lo sabe muy bien.
Él hubiese querido mitigar con sus amigos este tremendo dolor que lleva en el pecho, pero ellos se han quedado dormidos.
Lo han dejado solo. Completamente solo en la inmensa obscuridad de la noche. Si sus amigos estuviera orando con y por Él, tal vez el dolor y la angustia sería más soportable. Pero se ha quedado solo, tan solo como cuando por accidente, a tus padres se les olvida por un instante que eres su hijo y, en un descuido, te pierdes en algún departamento del supermercado. No sabes que hacer. Ves mucha gente que no conoces y tu solo quieres encontrar a tus padres.
Tan solo como la vez en la que nadie se acordó de tu cumpleaños. O la vez en la que hicieron una fiesta, y se les olvido invitarte. Como aquella ocasión en la que dos tipos te asaltaron, te golpearon y nadie se detuvo a darte ayuda. Solo como la vez en la que tu novia o novio te dejo para irse con alguien más.
Solo, abandonado. Sí, Dios sabe como se siente la soledad.
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@MARILYN_VALENCIA
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