@Edgar_Santiago
Sep 23, 2019 Chapter 2
Este es un hombre sin escrúpulos. Sin compasión. Que sólo busca sus propios intereses.
Si hay alguien que merece estar en la cárcel es este hombre. Y con justa razón.
Lleva aquí desde la última revuelta ocasionada en la región en contra del imperio romano. De hecho él la ocasiono; se alzo en contra del gobierno y organizó un ataque que terminó en su captura, y su sentencia fue pasar el resto de sus días a la sombra de una celda hasta el día de su ejecución. Una celda fría por las noches. Agobiante de día. En la que el hedor y los gemidos de los presos eran una sinfonía constante.
Para él no es nada extraño, tal vez porque ya había estado allí antes. El espacio, el olor, el color, todo le es familiar, aunque no grato. Alguna vez robó y cayó aquí y después de pagar la fianza dictada por el juez, pudo salir en libertad. Corrió con mucha suerte diría yo. Sin embargo, en esta ocasión sabe que no podrá salir; esta vez tendrá que pagar con su vida, la vida que arrebato a un soldado romano. Homicidio y sedición son los cargos.
No puede salir. No a menos que sea muerto, o rumbo a su muerte.
Fugarse parece buena idea. Pero para eso tendría que burlar toda la guardia romana y atravesar los enormes muros de la prisión. Sería afortunado si llegara a la puerta.
Que sus aliados intentaran rescatarlo a la fuerza parece mejor, aunque realmente sus hombres no se mueven sin él. Y parece que muchos han desertado de la idea de atacar a los romanos por culpa de un predicador galileo que, según ha oído, dice que “hay que amar a nuestros enemigos”.
-¡Este predicador sí que debe de estar loco!- musita dentro de sí. -¿Amar a nuestros enemigos? Lo que necesitamos son armas y mucha gente para poder deshacernos de ellos- Dice más en silencio para no llamar la atención de los guardias. Si lo oyen, esta vez lo ejecutan en seguida. Cosa que ya no le sorprende después de todo, porque en realidad solo ha estado esperando a ser ejecutado y que alguien más termine el trabajo que él comenzó. Mientras, sueña con un Mesías con una AK-47 en la mano derecha, granadas en un cinto al pecho, pistolas de grueso calibre en la cintura y un habano en la boca, obligando a los romanos a salir de la Tierra Prometida.
Bueno, es que Barrabas también es judío, y lo mismo que todos los judíos, ha soñado desde niño con el Mesías que, como Dios prometió, los llevaría a la libertad.
Si ha llegado hasta este día de su vida, es porque ha sido demasiado afortunado, pero sabe que no será así por siempre. Sabe que la próxima vez que vea a un guardia frente a los barrotes de su celda, podría ser la última. Tal vez este pan mojado sea lo último que pruebe en la vida. La última noche que duerma, si es que duerme. El último vistazo. El ultimo día. La última hora. El último minuto. El último segundo. El ultimo respiro.
Él odia a los romanos que invadieron su país desde hace tiempo. Los ha visto desde niño haciendo atrocidades con los pueblos que conquistan. –Se creen los dueños del mundo- dice para sí. Se ha alimentado de odio hacia ellos cada día. - ¿Perdonarlos? Ni loco- mastica entre dientes. –¡Ese predicador está loco de remate! ¡Que los perdone Él si quiere! ¡Yo nunca! ¡Yo no sé cómo pudieron esos idiotas dejar que les lavaran el cerebro de esa manera!- insulta y maldice. – ¿Qué se cree ese predicadorcito? ¡Claro! Como él no ha tenido que soportar lo que nosotros, cree que puede venir a decirnos lo fácil que es perdonar; ¿Qué sabe Él del dolor? ¿Qué sabe Él de vivir humillado por el yugo de roma? Si lo tuviera de frente le diría unas cuantas verdades- alardea sin imaginar lo que está pasando al otro lado del muro de su celda.
Este Barrabás se me hace conocido. ¿Dónde mas he escuchado esas palabras...?
Si supiera…
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