@Becca_Blume
He tratado de leer todos los libros que puedo. Es increíble como tu mente es capaz de imaginar todas esas historias y transportarte hasta lugares inimaginables. Espero un día poder escribir mi propio libro y publicarlo.
Oct 01, 2019 Chapter 4
Ese día más tarde, Maika no podía con su propio estado de inquietud. Había estado viendo televisión con su pequeña hermana, esperando impaciente el regreso de su padre, barajando en su cabeza mil maneras distintas en las que podría pedir aquello a su padre y que éste accediera sin demasiadas vueltas al asunto.
Cuando se lo contó a su madre, ella pareció encantada con la idea. Maika quería pensar que estaba feliz por ella y no por lo que aquella propuesta significaba; que ella debía irse de su casa. No que su madre fuera una mala mujer, pero a veces sus reacciones, que imprevistas e inocentes, podían ser como un duro golpe al ego y a su estado anímico.
Cuando la puerta trasera de su casa se abrió en señal de que su padre había vuelto, Maika se levantó de prisa, como un can que espera a su dueño con gran alegría, para ir a su encuentro. Aunque, definitivamente, la causa de su alegría no era el verle la cara a su padre.
—¿Qué quieres?—preguntó Ricardo sin mirarla siquiera mientras se quitaba su pesado abrigo.
Maika tuvo que morderse la lengua para no soltarle un insulto. ¿No lo veía en todo el día y ese era el saludo que obtenía de su parte? Suspiró profundamente, buscando paciencia en lo más profundo de su ser antes de decir:
—Quiero hablar contigo.
—Estoy cansado y…
—Quiero irme a estudiar—interrumpió antes de que su padre tuviera oportunidad de ignorarla como siempre hacía.
Su padre, Ricardo, detuvo su intento de sacarse las botas y levantó la vista para mirar a su hija. Entrecerró los ojos un momento sin decir absolutamente nada, pensando solamente en que quizás su hija ya se había vuelto loca por todo ese tiempo que pasaba vagando en el bosque en vez de salir con sus amigos como una persona normal.
—¿Cómo que estudiar?
—Pues sí, ir a una escuela, llevar mochila, tener maestros que me enseñen, ¿no te suena?—dijo un tanto exasperada por sentir que su padre la miraba como si le hubiera crecido otra cabeza. Sabía que era un bicho raro pero no tenía por qué mirarle de esa manera.
Ricardo pareció pensarlo un poco.
—¿Para qué quieres estudiar? Ya perdiste tres años, y si mal no recuerdo tú fuiste la que se quejó de…
—¡Sé lo que dije!—interrumpió bruscamente—Pero… Por favor, papá. Quiero intentarlo. Acabo de conocer a un tipo que está ofreciendo becas para ello, esto podría ser la oportunidad de mi vida, o la tuya en todo caso porque...
Ricardo siguió con su labor de sacarse sus botas, quitarse la chaqueta que usaba bajo el abrigo para luego encaminarse a la salita y acercarse al fuego de la chimenea. Todo eso mientras escuchaba la voz de Maika. El hombre se sentó en el largo sillón, al lado de su hija menor que parecía bastante entretenida en la televisión con una novela.
—…Y la inscripción solo costará setecientos pesos. Papá, por favor. Sabes que yo nunca te he pedido nada y justo ahora hay una oportunidad única. Piensa en que ya no estaré aquí de odiosa y no tendrás que verme y quejarte a cada rato de mí por no hacer las cosas que toda mujer hace.
Maika estaba desesperada por convencerlo. Sabía que hablar con él después de que éste saliera del trabajo tenía una enorme probabilidad de que estuviera de mal humor y le diera una negativa por respuesta y alguna clase de sermón referente a lo inútil que él creía que ella era. Pero también, en esa escasa posibilidad, podía que alguna divinidad se apiadara de ella y convenciera a su padre de decir que sí.
Maika le vio suspirar un par de veces sin quitar la mirada de la pantalla. El viejo estaba demasiado quieto como para ser bueno. Más bien no sabía qué esperar. En ese momento el hombre parecía tan estoico que no podía imaginarse lo que estaba pasando por su cabeza.
—De acuerdo.
Maika saltó en su sitio y alzó de manera graciosa sus brazos, sintiéndose emocionada. Sin embargo, luego se congeló en su sitio y miró durante unos segundos a su padre, casi como si esperara que le dijera que era una broma. Luego sonrió ampliamente y sin más salió corriendo de su casa en busca de aquel hombrecillo que le había abierto la puerta hacia su libertad.
***
Para el siguiente día, Maika y sus padres se encontraban sentados frente a Carlos, mientras éste se encargaba de explicar lo mejor que podía como es que un hombre de ciudad se encontraba en un lugar tan abandonado haciendo ese tipo de ofertas.
Las cosas se sintieron un poco tensas al principio, pues Ricardo y su cara de bulldog que ve amenazado su territorio, o en éste caso, que pensaba que todo aquello era una farsa, no permitía mucho que el ambiente se relajara. Pero Maika debía dar algo de crédito al señor bajito por estar allí delante de su padre, sin dejarse amedrentar por éste.
Sin embargo, esa actitud de parte de su padre alargó demasiado una conversación que se suponía sería para dar información y aclarar dudas, y se volvió un largo interrogatorio hasta de la cosa más absurda.
Maika había sentido en varias ocasiones la mirada de su madre posarse en ella, pero la ignoraba. También había querido interferir, pero tuvo que tragarse cualquier comentario, pues podía hacer que su padre cambiara de opinión sin razón alguna, el hombre odiaba con todas sus fuerzas que le interrumpieran.
—¿Aquí mismo debemos darle el dinero de inscripción?—preguntó Ricardo con incredulidad.
El hombrecito sonrió amablemente y asintió.
Maika se preguntaba cuando se cansaría de sonreír así a un hombre tan insoportable como lo era Ricardo, pero supuso que por algo le pagaban. Tal vez tenía un sueldo muy bueno solo por ofrecer becas.
—¿Cómo sabremos que no se largará con el dinero?
—Papá—llamó Maika dejando escapar un sonido de su garganta que sonó a un quejido.
—Le aseguro que es un trato honesto, señor.
El silencio finalmente se hizo presente después de lo que a Maika le parecieron horas. Miró de su padre al hombre “no bienvenido” y viceversa.
—Sepa que no por el hecho de que seamos gente de pueblo no vamos a tomar alguna acción en contra de usted si resulta ser un estafador.
Maika quiso enterrar su cabeza en la tierra. Se sintió un tanto avergonzada por la actitud de su padre, odiaba lo ridículamente directo que podía llegar a ser. Aunque también imaginaba que a pesar de ser un viejo gruñón, era su deber cuidar a su familia de cualquier cosa que pudiera significar una amenaza, aunque más de la mitad del tiempo pensara que no la quería.
Así que contra todo pronóstico su padre pagó su inscripción y Carlos les informó que en la primera semana de enero del siguiente año, ella debía presentarse a las instalaciones para terminar el proceso. Eso la incomodó un poco, pues significaba que aún debía esperar cerca de tres meses para poder irse, aunque tampoco estaba tan mal, porque así le daría tiempo de mentalizarse que debía mudarse a la ciudad y que allá, de cierta forma tendría que rascarse con sus propias uñas.
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