@Becca_Blume
He tratado de leer todos los libros que puedo. Es increíble como tu mente es capaz de imaginar todas esas historias y transportarte hasta lugares inimaginables. Espero un día poder escribir mi propio libro y publicarlo.
Dec 14, 2019 Chapter 17
Fue fácil adaptarse a una rutina.
Resultó que Katia era hija del pastor y, convenientemente, una psicóloga. Así que, la invitación para verse con ella era para trabajar con su problema.
La primera sesión que tuvo con Katia, respondió un largo cuestionario de tres hojas y poco más de treinta preguntas. Todas las cuestiones giraban torno a sensaciones que podría estar teniendo. Maika trató de ser lo más acertada posible. También, durante la sesión, hizo un monumental esfuerzo por dejar de lado sus pensamientos; había una molesta incomodidad clavada en su interior que insistía en que se largara de ahí y que no dejara que una desconocida invadiera su cabeza. Permitir aquella intrusión era un martirio para su orgullo; nadie tenía derecho de escarbar en lo que pudiera haber en su subconsciente, porque Maika sabía que no había nada bonito ahí dentro.
Sus tíos y sus primos no se dieron cuenta que estaba yendo con un psicóloga hasta pasadas varias semanas, cuando fue imposible ocultar sus salidas recurrentes. Como siempre, fue Samara la que se dio cuenta de ello, por lo que le fue inevitable no contarle. Y, aunque sabía que Samara informó al resto de la familia lo que estaba haciendo, nadie le cuestionaba, pues hasta cierto punto pensaban que eso le ayudaría a estar en calma. Por lo tanto, se volvió completamente normal verla salir los días miércoles y viernes pasado de las 5 de la tarde para ir a sus citas con Katia. Le llevaba alrededor de media hora llegar a su consultorio, pues caminaba desde la casa de su tía Marcela hasta su destino.
Aún había mucho que trabajar en sí misma, pero cuando menos, el caminar le había añadido una pizca de normalidad a sus días.
***
Escribir un diario. Esa era la recomendación de Katia, su psicóloga. Maika quería llorar o gritar de frustración, porque ciertamente eso sonaba demasiado estúpido. Por alguna razón, hablar de un diario le hacía pensar en las estúpidas novelas que tanto le gustaban a su hermanita donde siempre había una adolescente ñoña y frustrada que era molestada y humillada, precisamente, por un diario. Entonces, Maika estaba algo reacia a hacer lo que se le estaba pidiendo. Además, Katia también le había dado un par de hojas que tenían impresos unos pequeños termómetros, para que marcara con una línea según su estado de ánimo, señalando que tan bien o mal se sentía a lo largo del día. Bien. Maika podía hacer eso. Era simple y poco personal comparado con el diario, el cual no sabía si Katia leería o no.
Maika estaba varada en casa de su tía, recluida a cuatro paredes. Estaba prisionera de su mente, estaba consumiéndose por dentro sin que nadie lo supiera realmente. La idea del diario no sonaba como lo mejor, pero Maika comenzó a hacerlo, porque, de nuevo, no tenía nada que perder, y además, no tenía realmente porqué informarle a Katia de la existencia de este aunque ella se lo hubiera recomendado.
Fragmentos del diario de Maika
22 de Marzo.
Inquietud. Así comenzó el día.
La muerte parece ser lo que más aterra mi mente, al igual que el sufrir.
Tuve un sueño horrible; estaba en casa de tía Marcela y de pronto alguien aparecía para decir que a uno de mis primos lo habían matado de un balazo. Yo me negaba a creer tal cosa así que inmediatamente fui a comprobarlo por mí misma. Fui a un lugar que no sabría decir si era una escuela u otra cosa, pero no había ni un cuerpo y nadie parecía saber nada.
Fue… el entorno se veía futurista, había un holograma reproduciendo un video: mi primo y otro chico estaban peleando, el otro joven lo levantó y lo dejó caer con fuerza al suelo; esa pareció ser la causa de su muerte. Un golpe a la cabeza y adiós. Nada que ver con que murió de un balazo, pero la muerte estaba presente así que…
Fue un sueño raro y aterrador, en mi sueño lloraba desconsolada. Cuando abrí mis ojos me sentía aturdida y quería correr a contarle alguien lo que soñé, pero no lo hice. Simplemente pasé el día como si nada, ignorando la sensación de vacío que el sueño me había dejado.
Desayuné, lavé ropa, estuve mucho tiempo en la computadora y dibujé un rato. Fue un día no muy interesante. Y la noche… difícil.
-Maika.
24 de Marzo
No pude dormir. Estaba asustada. Sentía mi vista distorsionada y en la oscuridad, había una ligerísima luz, parecía como si estuviera perdiendo la vista, no sé por qué pensaba eso. Era la una de la mañana y aún no podía cerrar un momento los ojos sin estremecerme y despertar alerta. Las noches no son muy distintas desde que Mich se fue.
-Maika.
03 de Abril
Volví a El Toro. Estoy nuevamente en casa de mis padres. A la vez todo me parece completamente extraño. A veces siento que nada es real y que todo es absolutamente un sueño. En ocasiones llego a la conclusión de que estoy enloqueciendo.
El primer día fue algo difícil. Era demasiado silencio el que había alrededor que por un momento creí escuchar mis propios gritos internos resonando en mi cabeza. No pude dormir bien.
Me siento tan hueca. Siempre que creo encontrar algo que me motive, no pasan ni dos segundos cuando todo se vuelve un retroceso.
-Maika.
***
Entonces, ya habían pasado cuatro meses desde que había abandonado su hogar para perseguir sus sueños. Hasta el momento, nada había sucedido como lo había imaginado, y quizás, ese fue su primer error; haber creído que todo iría en bajada luego de salir de casa. Lo cual, eso significaba que habían sido tres meses desde la muerte de Mich, meses que llevaba en vela, sin poder comer y sin poder descansar. Constantemente pensaba con tristeza que ya no era la misma, que poco a poco se volvía una completa desconocida para sí, hasta ser sólo un deshecho de su anterior yo. Se estaba perdiendo a sí misma en medio de su caótica cabeza. Por momentos, no lograba asimilar su poca capacidad para superar una muerte. Se repetía constantemente que no tenía por qué ser diferente, no tenía por qué doler de la manera en que lo hacía, cuando, en el pasado, perder a dos de sus tíos y a sus dos abuelos paternos no había repercutido ni un poco en ella. Y no quería decir que no le hubieran podido las pérdidas de sus familiares, sino que jamás se sintió emocionalmente apegada a ellos. Su vida había sido muy solitaria, y la diferencia que no quería ver, radicaba en ello.
Maika no tenía demasiado que hacer en Santa Clara. No iba a la escuela así que nada la detenía de irse. Fue por eso que decidió volver a El Toro, a su hogar, con su familia. Ya había faltado lo suficiente a la escuela como para preocuparse; quizás la habían dado de baja.
Volver, hasta cierto punto le era un poco chocante. Le hacía pensar que no podía hacer las cosas por sí misma, que no tenía la capacidad para escalar sola hasta dónde quería. Se suponía que había salido de ese pueblucho para hacer algo por sí misma, pero ahí estaba otra vez, solo que en esta ocasión estaba hecha un desastre de persona que no era ni la mitad de lo que antes había sido. En el pasado siempre fue fácil señalarla como alguien fuerte, poco sentimental y poco dependiente de otras personas, pero por los giros que había tomado su vida, ella misma dudaba de describirse así o de cualquier otra manera que no fuera una basura. Solo eran muros a su alrededor que se estaban cayendo como una torre de naipes.
Cuando Maika bajó del autobús, sus padres y su pequeña hermana le esperaban en la central. No tuvo un recibimiento caluroso, pero fue suficiente el hecho de que se tomaran el tiempo de recogerle.
—¿Cómo te sientes?—Preguntó Luisa durante la cena, mirando siempre con atención a su hija y sus reacciones.
Maika se encogió de hombros. Miraba fijamente su plato y revolvía con parsimonia la sopa fría que le había quedado a su madre de la hora de la comida, y la cual pensó que era buena idea ofrecerle para cenar. No sentía ánimos de hablar con nadie, estaba segura que si abría la boca, sería sólo para decepcionar a sus padres o al menos para recibir alguna llamada de atención como si estuviera haciendo algo malo.
—Estoy bien—afirmó con voz neutra, no reflejando las verdaderas emociones que seguían bullendo en su interior.
—¿Ya no te volverás a ir?—intervino su pequeña hermana.
—Tengo que irme—respondió Maika con una ligera sonrisa—, pero eso será después.
—¡Qué bien! Así puedes ayudarme un poco con mis tareas—dijo la menor con verdadero entusiasmo.
—Bien—Asintió, ampliando un poco más su sonrisa. La pequeña Marie bajó de su silla y simplemente salió corriendo hacia la sala para seguir viendo televisión—. ¿Y papá?—preguntó a su madre, recordando que nada más al llegar a casa, este se había bajado de la camioneta y las había dejado atrás, dejando que ella sola se hiciera cargo de su pesada maleta.
—Seguramente ya está dormido.
Maika soltó un bufido irónico al tiempo que viraba sus ojos.
—No sé porque no me extraña—murmuró por lo bajo. Era evidente que a Ricardo no le hacía feliz su regreso aunque este sólo fuera de manera temporal. Maika sentía ganas de llorar por frustración, por no poder ser suficiente para su padre.
El silencio se hizo presente. Maika no quería levantar la mirada, sabía que si lo hacía estaría en evidencia frente a su madre. No quería hablar. No quería tener que contar sus desvaríos mientras estuvo en la ciudad. No quería tener que decirle a su madre que posiblemente estaba perdiendo el juicio y que su cordura podía ser rota en cualquier momento con unas simples palabras, como una delgada capa de hielo siendo resquebrajada bajo una enorme roca.
—Hablamos mañana—dijo Luisa, y aunque pretendía decirlo con firmeza sonó más bien como una pregunta.
Maika no respondió inmediatamente. Se puso de pie con su plato sucio y lo llevó al lavatrastos, se dio la vuelta y comenzó a caminar de nuevo, yendo directo a su madre para besarle la frente.
—Después—fue su contestación y posteriormente, pasó a retirarse a su habitación. Sí, Maika iba a intentar darle de largo al tema, esquivándolo el mayor tiempo posible como una buena cobarde.
Su madre quería ayudarle, era consciente de eso, pero no quería ponerle una carga que sabía, debía hacerse cargo por sí misma. Esperaba con todas sus fuerzas que el tiempo allí le ayudara a recuperar un poco de vitalidad y sus ganas por seguir descubriendo el mundo.
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